La mutación cancerígena que se ‘activa’ con la contaminación

La dramática relación entre el consumo de tabaco y el cáncer de pulmón está más que clara. No hay más que ver la cantidad de medidas que se han ideado en las últimas décadas para reducir tanto el consumo directo como el tabaquismo indirecto por compartir estancias con fumadores. El problema es que hay otros factores de riesgo que no se pueden controlar tan fácilmente como el consumo de tabaco. Es el caso, por ejemplo, de la contaminación ambiental. Esta también puede aumentar la probabilidad de desarrollar cáncer de pulmón, aunque las causas no han estado siempre claras. Ahora, gracias a una investigación presentada este fin de semana en el Congreso de la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO), conocemos mejor esa relación.

Y es que, según sus autores, procedentes del Instituto Francis Crick y el University College de Londres, la clave está en una mutación que se activa bajo la presencia de partículas contaminantes. Concretamente, son las partículas más pequeñas, conocidas como PM 2,5, las que parecen tener una mayor influencia. Estas provienen del consumo de combustibles fósiles, esos mismos que también potencian el efecto invernadero. Pero en este caso se trata de un efecto muy diferente.

El estudio que lo demuestra, además, señala una sustancia mediadora de la inflamación como uno de los actores principales en este terrible efecto. Por lo tanto, no solo se demuestra la importancia de reducir los niveles de contaminación. También se describe una diana a la que podrían ir dirigidos algunos tratamientos específicos. 

Papeletas para la rifa del cáncer de pulmón

Los autores de este estudio se centraron inicialmente en una mutación en el gen EGFR, conocida por estar presente en aproximadamente la mitad de las personas con cáncer de pulmón que nunca han fumado. 

Tanto este como otros tipos de cáncer tienen un alto componente genético, pero también ambiental. Por eso, en esta ocasión revisaron los historiales clínicos de personas residentes en diferentes puntos de Reino Unido, Corea del Sur y Taiwán, en busca de algún desencadenante ambiental que pudiese incrementar los efectos de esta mutación. Y lo encontraron.

De hecho, observaron que la probabilidad de desarrollar cáncer era bastante baja en aquellas personas que tenían la mutación y vivían en lugares con poca contaminación. En cambio, quienes estaban expuestos a niveles muy elevados de partículas PM 2,5 tenían una probabilidad mucho mayor de desarrollar cáncer de pulmón no microcítico. Además, este efecto se detectó en una segunda mutación, ubicada en el gen KRAS.

Esto demuestra que, en este caso, el ambiente, más allá del tabaco, es primordial. No hay más que ver que ambas mutaciones, que generalmente aparecen en las células pulmonares como resultado del envejecimiento, no eran tan peligrosas por sí mismas como se pensaba.

Una diana a la que atacar cuando hay contaminación

Otro dato que llamó la atención de estos científicos es que, en personas con estas mutaciones, la contaminación también dispara la afluencia a las células pulmonares de macrófagos. Estas son unas células del sistema inmunitario, cuyo papel es acudir a células dañadas o agentes extraños e ingerirlos para evitar que causen daños en el organismo. Dicho muy grosso modo, se comen al enemigo. El problema es que también liberan sustancias proinflamatorias que pueden llegar a ser bastante perjudiciales si se acumulan. Es el caso de la interleucina-1β, que en este caso es doblemente perjudicial, ya que promueve la expansión de células afectadas por la mutación de EGFR expuestas a contaminación. 

La parte buena es que si esta sustancia se bloquea se podría paralizar la progresión del cáncer de pulmón. Por eso, estos científicos ya están trabajando en el estudio de posibles fármacos dirigidos a esta diana. De hecho, su estudio cuadra con los resultados de investigaciones anteriores, en las que se había observado una mejoría en el pronóstico de pacientes con cáncer de pulmón tratados con anticuerpos antiinterleucina-1β, dirigidos a sacarla del escenario.

Lógicamente, lo mejor sería buscar nuevas formas de reducir el uso de combustibles fósiles. Así, el problema se cortaría de raíz. Mientras tanto, tampoco está de más actuar contra sus consecuencias.

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